¿Colapsa la superpotencia petrolera?

Venezuela, un país con extensas riquezas naturales y con la gran dicha de poseer las mayores reservas petrolíferas del mundo, este escenario por medio de Petróleos de Venezuela, SA (PDVSA) la ubicó entre aquellos países con las 39 empresas más grandes del mundo sobre la base de sus ingresos y la segunda en la región Latinoamericana, a finales de la década de los 70. Por otra parte, los millones de barriles en Venezuela representan un 20% de las reservas mundiales del recurso, no renovable.

El famoso oro negro es la principal fuente de ingreso de la economía venezolana y es tan indispensable para nuestra sociedad, que sin él, gran parte del mundo se paralizaría y la economía global perdería significativamente unos de sus grandes recursos para la libre competencia de la oferta y la demanda de bienes y servicios para los consumidores, porque la gran mayoría de los elementos y productos que usamos hoy en día provienen de él, comenzando con la energía, asfalto, fibra sintética, propano, detergentes, plásticos, suplementos vitamínicos, fertilizantes, perfumes, cosméticos, y muchos productos más que hacen vida en el consumo constante de la humanidad.

Si hoy estaría viviendo en la década de los 70, le gritaría a los líderes gubernamentales que no usen los recursos para impulsar una ideología política, sino para convertir a la nación en una potencia que tenga la capacidad de cubrir todas las necesidades, y vaya más allá de sus fronteras con el fin de capitalizar, progresos tecnológicos, financiamientos a mercados de capitales privados, desarrollo de grandes infraestructuras, avances farmacéuticos, expansión de programas educativos, y de esta forma hacerle frente a todas las adversidades que se puedan suscitar en una economía.

El rumbo que tomó esta empresa (PDVSA) en manos de los últimos líderes gubernamentales en Venezuela, hizo que la misma decayera en el nivel más bajo de su efectividad, perdiendo más del 80% de su producción del crudo diario, debido a que las refinerías no están aptas, y enfrentando paralelamente los desafíos económicos globales. Aunado al desplome del precio por barril en el mercado internacional, y gran parte de toda esta realidad, por malas políticas de sistemas ideológicos, que deponen la necesidad del pueblo antes los intereses de poder y dominio en una nación.

No obstante, no es un secreto que la poca producción de crudo desde el 2010, hasta la actualidad, junto a las recientes sanciones internacionales contra PDVSA y el gobierno en curso, ha tenido un efecto negativo directamente en la economía venezolana, el cual, ha llevado a la sociedad a un colapso.

En marzo del 2020 se intensificaron estas sanciones, y es difícil digerir que hoy día la superpotencia petrolera mundial se encuentra colapsada y más con la declaración de la Organización de Naciones Unidas (ONU) anunciando que se presenta la mayor escasez de combustible en el país, las bombas de gasolinas con pocos suministros, la mayoría a nivel nacional cerradas y restricciones para las pocas que permanecen abiertas, además, sin recursos, sin productos básicos, sin progreso, todo un escenario oscuro como si tuviésemos hablando de un país que carece de recursos y potencial financiero.

Diversos comunicados por parte del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, prevén que la banca internacional posee más del 700 MM de dólares congelados por transacciones ilícitas por medio de PDVSA y otras instituciones del Estado, este hecho, es lo que ha sumergido a la gran potencia petrolera en un colapso insostenible, trayendo consecuencias que se observan día a día con una abrupta migración, con instituciones educativas y hospitalarias sin acceso a los servicios básicos y con una creciente población que come de la basura que está en las calles.

El colapso de la superpotencia seguirá siendo una realidad, hasta que se tomen las medidas socio económicas de manera correcta, con el liderazgo político correcto.

Sin embargo, si se logra la repatriación de esos más de $700 MM congelados en bancas internacionales, se podrían generar esperanzas de bienestar en los diferentes sectores de nuestra sociedad, y así poder oxigenar el aparato productivo que tanto necesitamos, provocando la reaparición de un poder adquisitivo saludable, que pueda cubrir las necesidades del individuo, por consiguiente, recuperar la calidad de vida que las familias merecen.

De modo que, cuando se reactiven todas las refinerías, y recuperemos la producción del oro negro, estaríamos frente a una Venezuela prospera, llena de oportunidades financieras, con una economía sólida, capaz de minimizar el hambre, la pobreza, los índices delictivos, y nos convertiríamos en una potencia en la región Latinoamericana e influyente en mercados de países industrializados.

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